martes, 1 de junio de 2010

EL MATRIMONIO ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO


No hay una posición uniforme desde el punto de vista religioso sobre el matrimonio de personas del mismo sexo.

Hay quienes sostienen que el sólo hecho de que una persona de orientación homosexual intente formar una pareja está mal. Los actos homosexuales, de acuerdo con el testimonio bíblico y la ley natural, dicen, son pecaminosos y por lo tanto, los homosexuales que intentan unirse en pareja estarían viviendo en un pecado que sólo podrían dejar atrás si desistieran de estar en pareja y eligieran vivir en celibato.

Otros sostienen que el testimonio bíblico es tan contundentemente contrario a los actos homosexuales que no pueden aceptar de manera plena que dos personas del mismo sexo intenten unirse en pareja, pero por otro lado tampoco lo pueden condenar, porque lo que ven es que de hecho, existen parejas de personas del mismo sexo que se aman y respetan y que en la vida de pareja encuentran la base y el incentivo para tener una vida fecunda.

También hay quienes sostienen que si bien hay textos bíblicos que condenan a determinados actos homosexuales, ninguno se refiere a la homosexualidad en las formas en que se practica hoy y mucho menos a las formas en que viven su sexualidad muchas de las parejas del mismo sexo que ya existen. Por lo tanto, dicen, las parejas del mismo sexo merecen el reconocimiento y la protección que les daría el acceso a alguna forma de constitución jurídica como pareja.

Y aquí las posiciones se dividen entre los que consideran que para las parejas del mismo sexo debe existir una figura jurídica propia, como la llamada "unión civil" y los que consideran que estas parejas deberían tener acceso al matrimonio civil.

No les voy a ocultar que personalmente considero que Dios aprueba que dos personas del mismo sexo constituyan una relación de amor y que para protegerse mutuamente y manifestar la seriedad de su compromiso, quieran constituirse jurídicamente como pareja. Y me parece que así como la figura del "matrimonio" ha sufrido muchas transformaciones a lo largo de la historia, hoy puede ampliarse a las parejas del mismo sexo sin que tengamos que cambiarle el nombre ni crear una nueva figura jurídica.

Pero independientemente de cual sea la opinión personal de cada uno sobre esta cuestión, creo que todos y todas deberíamos estar de acuerdo en respetar la dignidad y la condición de hijos e hijas amados de Dios de todas las personas, independientemente del sexo, de la orientación sexual y de la identidad de género. Y les pido a quienes tienen una posición contraria o siguen con dudas respecto de este tema, que se pregunten si pueden aceptar que la ley conceda a otras personas un derecho al que ellos personalmente no se acogerían ni recomendarían a nadie, o si su posición contraria o sus dudas son tan apremiantes que quieren que directamente se prive a todos del acceso a ese derecho al que ellos personalmente no se acogerían ni recomendarían a nadie.

Por Andrés Albertsen (*)

(*) Andrés Albertsen es Pastor de la Iglesia Luterana Dinamarquesa

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