sábado, 22 de octubre de 2011

¿QUÉ PECADO COMETIERON LOS SODOMITAS?


Lluvia de fuego y azufre

Uno de los castigos más espantosos contados en la Biblia es el que sufrió la ciudad de Sodoma. Dios hizo bajar del cielo fuego y azufre, y en cuestión de minutos acabó con todos sus habitantes. Desde entonces, el nombre de Sodoma quedó como símbolo de inmoralidad y perversión.

Pero, ¿qué pecado habían cometido aquellos hombres para merecer semejante condena? Suele decirse que fue el de la homosexualidad. Incluso existe en las lenguas modernas una serie de palabras, como sodomía (= homosexualidad), sodomita (= homosexual), sodomizar (= practicar la homosexualidad) derivadas del nombre de la ciudad. Sin embargo, si analizamos el relato bíblico vemos que se trata de una interpretación equivocada. ¿Cuál fue en realidad la culpa de los habitantes de Sodoma?

Un sobrino muy atento

El texto se encuentra en Génesis 19. Comienza diciendo que a Dios le habían llegado rumores del pecado que cometían los sodomitas, y decidió enviar dos mensajeros para averiguar si era cierto lo que se decía (Gn 18,32). Los enviados de Dios “llegaron a Sodoma al atardecer, mientras Lot estaba sentado a la entrada de la ciudad. Al verlos, Lot se levantó, y haciéndoles una gran reverencia les dijo: «Por favor, señores, vengan a mi casa a pasar la noche. Allí podrán descansar, y mañana temprano podrán seguir viaje»” (Gn 19,12).

Lot era sobrino de Abraham. Se había separado hacía tiempo de su tío, y vivía en la ciudad de Sodoma, donde había prosperado y comprado una casa en la que vivía con su familia. Sólo él tuvo la gentileza de acercarse esa tarde a los forasteros que llegaban y ofrecerles alojamiento. Los demás habitantes los ignoraron completamente.

En un principio los recién llegados no aceptaron la invitación, y le dijeron: “«No, gracias, pasaremos la noche en la plaza». Pero Lot les insistió tanto, que al fin aceptaron ir y se hospedaron con él. Lot les preparó comida, y ellos cenaron” (Gn 19,23).

Dispuesto a entregar a sus hijas

Pero esa noche, cuando los enviados divinos se preparaban para dormir, un griterío que venía de la calle invadió el interior de la casa. Lot se asomó a la ventana y quedó espantado.“Todos los sodomitas, es decir, los habitantes de la ciudad, se habían agolpado alrededor de la casa. Estaba el pueblo entero, sin excepción alguna, del más joven al más viejo. Y empezaron a gritar a Lot: «¿Dónde están esos hombres que vinieron a tu casa esta noche? Sácalos para que tengamos relaciones sexuales con ellos»” (Gn 19,45).

Lot no podía permitir semejante atropello. Los recién llegados eran sus invitados. En su desesperación buscó una solución extrema. Salió de la casa y les dijo “«Por favor, no cometan esa perversión. Tengo dos hijas que son vírgenes. Se las traeré para que hagan con ellas lo que quieran. Pero no hagan nada a estos hombres, porque son mis invitados». Ellos respondieron: «Apártate de ahí. Tú no eres más que un inmigrante; ¿y quieres convertirte en juez? A ti te trataremos peor que a ellos». Y se abalanzaron sobre Lot para voltear la puerta” (Gn 19,69).

La incredulidad de los yernos

Los sodomitas estaban a punto de golpear a Lot, cuando intervinieron los enviados de Dios. “Lo hicieron entrar y cerraron la puerta. Entonces provocaron la ceguera de todos los que estaban afuera, jóvenes y viejos, de manera que ya no podían hallar la puerta. Después dijeron a Lot: «Saca de la ciudad a tus hijos, hijas, y a cualquier otro familiar que tengas, porque vamos a destruirla. Dios se ha enterado del pecado de esta gente, y nos ha mandado a arrasarla»” (Gn 19,1013).

Entonces Lot comprendió quiénes eran los jóvenes que había alojado: eran mensajeros divinos. Llamó, pues, a sus yernos, unos jóvenes de la ciudad que estaban por casarse con sus hijas, y les dijo: “«Rápido, salgamos de aquí, porque Dios va a destruir la ciudad». Pero sus yernos pensaron que era una broma”. La negativa de sus futuros yernos hizo dudar también a Lot, que ya no sabía si creer o no a sus huéspedes.

Cuando comenzaba a amanecer, Lot seguía dando vueltas, sin decidirse a huir. “Los mensajeros lo apuraron diciendo: «Vamos, saca a tu mujer y a tus hijas para que no sean destruidos cuando castiguemos la ciudad». Pero como Lot se demoraba, los hombres tomaron de la mano a él, a su esposa y a sus dos hijas, y los sacaron de la ciudad” (Gn 19,1416).

Viudo por curiosidad

Mientras huían, los mensajeros ordenaron a Lot: “«No mires hacia atrás, ni te detengas. Huye a las montañas para no ser destruido»”. Lot, viendo que sus fuerzas no le alcanzaban, replicó: “«No podré llegar a las montañas. Aquí cerca hay una ciudad pequeña, llamada Soar. Déjame refugiar allí». Ellos respondieron: «Está bien, pero apúrate, porque no podremos hacer nada hasta que llegues allí». Cuando el sol amanecía, Lot entró en Soar. Entonces Dios hizo llover desde el cielo azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. Así destruyó esas ciudades y toda la región de la llanura, junto con sus habitantes”.

Pero al final ocurrió una tragedia. La mujer de Lot, sintiéndose ya segura en Soar, no resistió a la curiosidad, y desobedeciendo la orden de los ángeles se dio vuelta para ver el cataclismo. Al instante quedó convertida en estatua de sal. Con este triste detalle, termina el relato de la destrucción de Sodoma y Gomorra.

¿Es éste un hecho histórico? Hoy los estudiosos sostienen que se trata de una leyenda, que pretendía explicar la extraña topografía de la región. En efecto, Sodoma se hallaba situada al sur del Mar Muerto. Y éste es un lugar sombrío e inhóspito, geológicamente inestable, con permanentes terremotos y movimientos sísmicos (unos 200 temblores al año). El suelo está lleno de azufre y alquitrán, altamente inflamables. Una gruesa capa de sal recubre la superficie del lugar, impidiendo cualquier forma de vida. En los alrededores se ven montañas y prominencias salitrosas, algunas de las cuales se asemejan a estatuas de personas hechas de sal. Un paisaje tan desolado, en medio de una Tierra tan Santa, sólo podía provenir, pensaban los israelitas, de algún horrible pecado cometido por sus antiguos moradores. Y así surgió la leyenda de Sodoma.

Todos estaban en la puerta

Pero ¿cuál es el pecado que aparece en el relato que leímos? Casi todos los lectores sostienen que es el de la homosexualidad. Sin embargo, esto sería sólo uno de los pecados, no el único. ¿Por qué?

Primero, porque el texto dice que todos los habitantes de Sodoma (la palabra hebrea enoshim, “habitantes”, alude tanto hombres como mujeres), participaron del asalto a la casa de Lot. Por lo tanto, la agresión a los huéspedes no parece haber sido un acto exclusivamente homosexual. Había también mujeres.

Segundo, porque el hecho de que Lot se ofreciera a entregar a sus hijas, indica que muchos de sus vecinos tenían intereses heterosexuales. Si no, no habría tenido sentido tal ofrecimiento. Las hijas de Lot estaban comprometidas con hombres de Sodoma, lo cual demuestra también que no todos los sodomitas tenían inclinación hacia el mismo sexo.

Pero el argumento más fuerte en contra de que el pecado más importante cometido fuera el de homosexualidad es el hecho de que, a lo largo de la Biblia, muchas veces se menciona a Sodoma, y ningún autor dice que realizaran esa práctica.

El silencio de la tradición

En efecto, el primero en recordar los vicios de Sodoma es el profeta Isaías, en el siglo VIII a.C. Y dice que consistían en la práctica de un culto superficial, la opresión de los más pobres (Is 1,10-17) y la corrupción de los jueces (Is 3,9).

En el siglo VII, Jeremías da otra versión. Dice que su maldad era el adulterio, la mentira y el no arrepentimiento (Jer 23,14).
En el siglo VI a.C., Ezequiel afirma que fue el orgullo, la gula y la pereza (Ez 16,49-50).
En el siglo II a.C., el libro del Eclesiástico la identifica con la soberbia (Eclo 16,8).
En el siglo I a.C., el 3º libro de los Macabeos (una obra apócrifa judía) dice que era la arrogancia (3 Mac 2,5).

O sea, en todo el Antiguo Testamento, escrito a través de varios siglos, no hay un solo testimonio de que en Sodoma se practicara la homosexualidad.

El Nuevo Testamento también habla varias veces del pecado de Sodoma. San Mateo (10,14-15; 11,23-24), San Lucas (10,12; 17,29), la 2º carta de Pedro (2,6-8), el Apocalipsis (11,7-8), pero ninguno precisa cuál era. Sólo la Carta de Judas (1,7) hace una pequeña alusión: “También Sodoma y Gomorra fornicaron y fueron tras una carne diferente” (es decir, no humana sino de ángeles). O sea que el pecado habría consistido en querer unirse sexualmente a seres de otra especie, como eran los ángeles. No se trata de la homosexualidad.

Por lo tanto, ningún autor bíblico dice que el pecado de Sodoma sea la homosexualidad. Lo cual es muy curioso, porque en esa época las prácticas homosexuales estaban duramente condenadas, y en otras partes de la Biblia sí aparecen explícitamente reprobadas.

Se modifica el pecado

Pero en el siglo II a.C. se produjo un cambio en la interpretación. Los judíos habían empezado a tener más contacto con las ciudades griegas, y veían cómo en ellas la homosexualidad no sólo era frecuente, sino incluso socialmente aceptada. Esto provocó un fuerte llamado de atención, pues muchos judíos corrían el peligro de adherirse a las nuevas ideas, a pesar de que la homosexualidad estaba ya expresamente condenada en Dt 23,19 y Lv 20,13; y antes, en los profetas. Entonces, para expresar de manera contundente la maldad de esa práctica, empezaron a mencionar la historia de Sodoma como ejemplo de rechazo divino hacia ella.

La primera referencia a la nueva interpretación está en un libro apócrifo judío, del año 50 a.C., llamado El Testamento de Neftalí (4,1), donde por primera vez se identifica a los sodomitas como homosexuales.

La segunda mención se encuentra en otra obra apócrifa judía, El 2º libro de Enoc (10,3), también del año 50 d.C.

Luego tenemos al escritor judío Filón de Alejandría, quien en su obra De Abrahamo (26,134-136), criticando las inmoralidades de la Alejandría del siglo I, cuenta que los sodomitas tenían el infame vicio de unirse a hombres como si fueran mujeres.

Más tarde, el historiador Flavio Josefo, en su libro Antigüedades Judías del año 93 d.C. cuenta lo mismo, y es el primero en usar la palabra “sodomía” para referirse a la práctica homosexual en general. Así, pues, a fines del siglo I d.C. se había generalizado entre los judíos la idea de que el pecado de Sodoma era el de la homosexualidad.

Esta nueva interpretación pasó después al cristianismo, y muchos escritores de la Iglesia (como san Clemente de Alejandría, San Juan Crisóstomo, San Agustín, Efrén el Sirio, Tertuliano) aceptaron sin titubeos que la falta de Sodoma fue su afición a la práctica homosexual.

Por un pecado más grave

Pero entonces, aparte de la homosexualidad, ¿cuál es la otra intención del relato de Sodoma? ¿Qué otro vicio pretendía también condenar? Hoy los estudiosos sostienen que este texto intentaba condenar, sobre todo, la falta de hospitalidad.

En efecto, en el mundo antiguo, y especialmente en Israel, una de las obligaciones sociales más graves que había era la de ofrecer alojamiento al extranjero. Los profetas la tenían entre las virtudes principales (Is 58,7). El santo Job dice haberla practicado siempre en su vida (Jb 31,32). Era una acción tan noble que hasta Dios la practica (Sal 39,13). Su observancia era capaz de limpiar cualquier pecado, como se ve en la historia de la destrucción de Jericó, donde Dios exterminó a todos sus habitantes excepto a una prostituta (a pesar de que la prostitución es un pecado grande en la Biblia), porque ella unos días antes había dado hospitalidad a dos hebreos en su casa (Jos 6,22-25).

La ley de hospitalidad era sobre todo un principio de supervivencia en el oriente antiguo. Su objetivo era el de ofrecer al peregrino techo, comida y cama para protegerlo de los peligros del viaje.

Por eso cuando los mensajeros divinos llegaron a Sodoma, Lot les ofreció alojamiento en su casa en cumplimiento de esta norma. En cambio los sodomitas, insolidarios, prefirieron divertirse con ellos. Y no encontraron mejor manera de humillarlos que “rebajándolos” a la condición de mujer (ya que en aquel tiempo la mujer era considerada un objeto, no una persona. Esta insociable acción contra los enviados de Dios confirmó lo que se sabía de ellos: que no eran hospitalarios, razón por la cual Dios decidió exterminarlos. Un pueblo así no merecía vivir.

Otra ciudad malvada

Que ése fue el pecado de los sodomitas lo confirma otra historia muy parecida de la Biblia. Se cuenta que una noche llegó un extranjero con su esposa a la ciudad de Guibeá, y un anciano los alojó en su casa. Entonces los hombres de la ciudad rodearon la vivienda y pidieron al anciano que sacara al visitante para que tuvieran relaciones sexuales con él. El dueño de casa se negó, y les ofreció a cambio su hija que era virgen. Pero ellos no aceptaron. Entonces el recién llegado tomó a su esposa y se las entregó, y ellos la violaron toda la noche, y al amanecer la abandonaron muerta (Jue 19,1-30). En este relato sí se dice expresamente cuál fue el pecado cometido: la falta de hospitalidad (Jue 20,4-6). Por lo tanto, lo mismo se debe pensar de la historia de Sodoma.

También el libro de la Sabiduría (19,13) dice que el pecado de Sodoma fue la falta de hospitalidad.

Curiosamente, el episodio de Sodoma figura en la Biblia a continuación del relato en el que Abraham recibe a tres extranjeros en su tienda y les brinda hospitalidad (Gn 18,1-5). Se trata de una ubicación intencionada del texto, para resaltar más aún la contraposición entre la hospitalidad de Abraham y la insolidaridad de los sodomitas.

Un último dato que corrobora esta interpretación lo ofrece el mismo Jesús. Al enviar a sus discípulos a predicar, les dice: “Si no los reciben en algún lugar, salgan de la casa o de la ciudad, sacudiendo el polvo de sus pies; porque les aseguro que el día del juicio, Sodoma y Gomorra serán juzgadas con menos dureza que esa ciudad” (Mt 10,11-15. Si Jesús compara a Sodoma con las ciudades que no quieren alojar a sus discípulos, es porque en tiempos de Jesús la fama que tenía Sodoma era la de no haber sido hospitalaria.

El pecado del Juicio Final

Sodoma fue destruida, según la Biblia, porque sus habitantes realizaban una de las prácticas más perversas del mundo antiguo: no eran hospitalarios. Eso no significa que Dios haya mandado realmente fuego sobre la ciudad. Lo que se pretende es dejarnos una gran enseñanza: las ciudades se destruyen cuando sus habitantes no practican la hospitalidad.

Éste no es un viejo precepto oriental. Es una norma de tremenda actualidad. Sin embargo, nuestro mundo moderno por desgracia no le presta demasiada atención. Basta con mirar a nuestro alrededor. Miles de niños nacen cada día sin un hogar digno, sin talco, ni pañales que los reciban. Ejércitos de ancianos duermen de noche en la calle, expuestos a la agresión de cualquiera que pase, porque no tienen un techo dónde protegerse. Familias enteras revuelven la basura todos los días, en busca de sobras de comida para llevar al estómago. Enfermos abandonados, inmigrantes humillados por su extranjería, desplazados de guerras, muros que se levantan para que no pase la gente de países vecinos.

El mundo parece haberse convertido en una gran Sodoma. Y muchos, que miran con indiferencia cómo se hunde todo sin hacer nada, parecen estatuas de sal, envueltos en su apatía.

La Biblia nos advierte que aquella ciudad indiferente e insolidaria desapareció de la escena, ahogada en su propia maldad. Y también que la salvación del mundo llegará cuando volvamos a descubrir aquel principio oriental sagrado: que todos estamos de paso en este mundo, que todos somos peregrinos, y que necesitamos de la hospitalidad de los demás. Con razón Jesús, cuando contó la parábola del Juicio Final, al enumerar las acciones que salvarán a la humanidad, dijo: “Porque cuando estuve de paso, me diste hospitalidad” (Mt 25,35).


Ariel Álvarez Valdés *


Publicado en INSTITUTO DE CULTURA Y FE
http://icf.org.ar/QU%C9%20PECADO%20COMETIERON%20LOS%20SODOMITAS.htm

* SOBRE EL AUTOR:

El Dr. Ariel Álvarez Valdés es un brillante teólogo católico cuya obra de difusión de la Biblia a través de artículos, libros y conferencias le ha hecho conocido y respetado en todo el mundo.

Refiriéndose al Dr Álvarez Valdés, dice el teólogo Xabier Pikaza desde España en la conocida columna de su blog: “Es un inmenso teólogo, una persona entrañable, un hombre comprometido por la Iglesia y la verdad del Evangelio, desde los más pobres, en Santiago del Estero, Argentina. Y añade luego Pikaza: “quiero decir que es el biblista vivo que más me ha impresionado en los últimos 20 años, por lo que sabe y por lo que dice.”

El Dr. Álvarez Valdés era presbítero de la diócesis de Santiago del Estero y es miembro de varios institutos de origen pontificio, que lo han honrado con designaciones. Desde hace varios años es miembro de la Asociación Bíblica Española, y de la Asociación Bíblica Italiana.

Curiosamente, poco tiempo atrás, el obispo de Santiago del Estero, monseñor Francisco Polti prohibió a Ariel Álvarez Valdés que continúe ejerciendo su apostolado de hacer conocer la Palabra de Dios de forma sencilla y creíble. Este obispo, proveniente del Opus Dei, argumentó que las enseñanzas del Padre Álvarez Valdés producían "perplejidad" en sus lectores y oyentes.

El Padre Ariel –como lo llamaban con afecto sus alumnos-, venía desarrollando esa tarea con el espíritu de un verdadero evangelizador presentando la Biblia con lenguaje sencillo pero exponiendo sus contenidos de conformidad a las conclusiones de las investigaciones más serias y actuales. Sus libros han sido traducidos a varios idiomas y es actualmente uno de los biblistas mas leídos del mundo católico.

Sin embargo, como es sabido, Álvarez Valdés debió renunciar al ministerio sacerdotal para poder seguir enseñando la Biblia tal como se la enseña actualmente en los más destacados centros especializados del mundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente Hermanos,

pero no solo escriban y enlisten lo que dice el Profeta Ezequiel, sino analicen, reflexionen y actualicen la aseveración inspirada del Eterno: Eze 16:49 "Pues ésta fue la iniquidad de tu hermana Sodoma: arrogancia, abundancia de pan y completa ociosidad tuvieron ella y sus hijas; pero no ayudaron al pobre ni al necesitado, Eze 16:50 y se enorgullecieron y cometieron abominaciones delante de Mí. Y cuando lo vi las hice desaparecer."

Esta prueba no es predicada en los púlpitos de la mayoría de iglesias que siguen juzgando y condenando a nuestra comunidad LGBTI como si fuesen dioses del olimpo.

Abrazos fraternos

Rev Luis Guzmán
http://revluisguzman.es.tl,