domingo, 10 de marzo de 2024

RELIGIÓN Y LA DISCRIMINACIÓN HACIA LA MUJER Y HACIA "LO FEMENINO".+


La discriminación de la mujer es un problema que afecta todas las áreas de la existencia humana, sobre todo en el aspecto religioso 

Es bien sabido que las actitudes y comportamiento de todo individuo se ven indudablemente influenciadas por sus creencias, y que estas a su vez están en gran parte definidas por las creencias dogmáticas que se poseen, siendo estas la mayoría de las veces “irrefutables”, transmitidas de una generación a otra e instancias que ejercen control. 

“El poder es una acción sobre las acciones de los otros, sean éstas acciones presentes, eventuales o futuras. Es una relación en la cual unos guían y conducen las acciones de otros, es decir que el poder no sólo reprime, sino también induce, seduce, facilita, dificulta, amplía, limita y hasta puede prohibir”

Y qué mejor ejemplo de lo que decía Foucalt que la fe dogmática, creada como institución religiosa  con el objeto de guiar y conducir las acciones de la humanidad, prohibiendo gran cantidad de prácticas aparentemente “perjudiciales” para el desarrollo de los individuos en sociedad, siendo el papel de la mujer el más impedido en la mayoría de los casos. Además, la religión es  la principal y perfecta instancia de poder, ya que prevé el control de las acciones tanto presentes, como eventuales y futuras.

            Los egipcios, a pesar de que tomaron buena parte de sus mitos y leyendas de cultos paganos aún más antiguos, son, por decirlo de alguna manera, la primera cultura en establecer la religión como institución dominante y controladora del pueblo. La mujer ocupaba un puesto activo tanto en sus ritos como en su mitología. Es así como nos encontramos a una Isis venerada a lo largo de todo el valle del Nilo por su fuerza para curar el mal, una Hathor diosa del amor, de la alegría, la danza y las artes musicales, y otras muchas diosas como Sejmet, Bastet, Heket, Neftis, entre otras, que regularmente se encontraban repletas de cualidades, pero que sin embargo en muchas ocasiones hacían las veces de complemento a los poderes de los dioses varones. Estas mismas características divinas eran transferidas a la existencia terrenal, pero a diferencia de otras culturas posteriores, en la egipcia, las mujeres podían ocupar altos cargos religiosos como el de sacerdotisa, bailarinas o cantantes del templo. Hay que tener presente también, que la figura del Faraón era considerada como la de una encarnación divina, y que existe registro de por lo menos tres Faraonas del imperio egipcio (Sebeknefrura, Hatshepsunt, Tausret y la misma Cleopatra, que dicho sea de paso, aparecieron en las dinastías más sobresalientes del antiguo Egipto), no obstante con el correr de los años y la desvalorización de la mujer por otros imperios, se ocultó información que confirmara el empoderamiento de algunas de dichas reinas.


            En el imperio Griego, famoso por sus amplias tradiciones y mitos religiosos posteriormente heredados casi íntegros a los Romanos, en los que podemos encontrar también una buena cantidad de diosas, que a diferencia de las egipcias, son modelos más acabados que reflejan los roles de la mujer actual, es decir, sus cualidades son muy relacionadas a “características” desde entonces consideradas como femeninas, como la castidad (Artemisa), la belleza y el amor (Afrodita), la fecundidad (Démeter), e incluso las virtudes domésticas (Hestia). Sin embargo, otras deidades y creaciones mitológicas greco-romanas poseen rasgos negativos como venganza (Némesis), castigo (Furias o Erinias), sexualidad insaciable (Ninfas), protectoras del infierno (Parcas), y las famosas monstruos que convertían en piedra a quienes las miraban (Gorgonas, 3 hermanas entre las que se encontraba Medusa). En estos imperios la mujer era considerada inferior al hombre, por lo que no ocupaba ningún cargo religioso, de hecho algunos historiadores dicen que solo salían de sus hogares para traer agua o visitar otra mujer, y estaba sometida a su padre y posteriormente a su marido. 

            Es justo el Imperio Greco-Romano, el de mayor duración y extensión a través de la historia, el que se encarga de propagar la discriminación a la mujer, influenciado en gran medida por la de-construcción dogmática realizada por algunos de ellos (muy probablemente hombres) y para beneficio de ellos.

            Con el paso de los años, y tras la aparición de la cristiandad como nueva ideología de vida, la postura social de la mujer se ha mantenido casi constante, variando apenas en los últimos años. Sin embargo, dado que las religiones son más variadas en oriente, la discriminación de género también se torna bastante diferente, por no decir extrema.

            El hinduismo, en las leyes de Manú (texto importante de la ley hindú y de la sociedad antigua de la India), exhorta a la mujer a mantenerse permanentemente dependiente de otros: Durante su infancia, una mujer tiene que depender de su padre; durante su juventud, de su marido; si ha muerto su marido, de sus hijos; si no tiene hijos, de los parientes próximos de su marido y, en su defecto, de los de su padre; si no tiene parientes paternos, del soberano; una mujer no debe nunca de gobernarse a su antojo.


Otra religión ampliamente extendida en oriente es el Islam, que comparte junto con el Judaísmo y la Cristiandad cinco apartados o libros, conocidos como Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Deuteronomio y, lo que en resumidas cuentas, los lleva a compartir la esencia de un mismo Dios, ya sea que se le llame Yahvé, Jehová, o Allah. Sin embargo, el Islam ha sido ampliamente criticado por su discriminación en contra de las mujeres, cuestión que aparentemente ha sido desviada de sus enseñanzas fundamentales, en las que se muestran a hombres y mujeres como iguales ante su Dios Todopoderoso Allah. Basta, citar un apartado del Corán (Escrituras sagradas de los musulmanes) para darnos cuenta de ello:

“Dios ha preparado perdón y magnífica recompensa para los musulmanes y las musulmanas, los creyentes y las creyentes, los devotos y las devotas, los sinceros y las sinceras, los pacientes y las pacientes, los humildes y las humildes, los que y las que dan limosna, los que y las que ayunan, los castos y las castas, los que y las que recuerdan mucho a Dios". (Sura 33, Aya 35)
“Nunca despreciaré el trabajo de quien obre de vosotros, sea hombre o mujer, ya que lo uno es de lo otro”. (Corán 3:195)5

No obstante, es fácilmente observable en las musulmanas un comportamiento exageradamente “disciplinado”, que se hace evidente desde el portar el velo o Hijab, hasta su sumisión a la modestia, y que los hombres pertenecientes al Islam (e incluso algunas mujeres) justifican alegando obediencia a un Dios supremo y sus sagradas reglas, mostradas increíblemente en uno de sus pasajes:
“Y diles a las mujeres creyentes que bajen su mirada de ver cosas prohibidas y que protegen sus partes privadas de actos sexuales ilícitos y que no muestren su belleza mas que lo que tiene que verse, y que sus velos cubran su rostro”. (Corán 24:31) 

Las religiones de la cristiandad, llamadas así por ser seguidoras de las enseñanzas de Jesús, supuesto hijo del Dios Yahvé o Jehová,  son diferentes solo en cuanto a la forma en que interpretan sus Sagradas Escrituras, aunque en esencia, las enseñanzas deberían ser las mismas. Sin embargo, la balanza del poder se inclina de sobremanera hacia los hombres en la Biblia, induciéndolos incluso, a la discriminación hacia la mujer:

“A la mujer dijo Dios: ”. (Génesis 3:16)
Dios a Moisés: “En caso de que una mujer conciba descendencia y en efecto dé a luz un varón, tiene que ser inmunda siete días; como en los días de la impureza cuando está menstruando será inmunda. No debe tocar ninguna cosa santa, y no debe entrar en el lugar santo hasta que se cumplan los días de su purificación. Si da a luz una niña, entonces tiene que ser inmunda catorce días. ”(Levítico 12:1-5)

Los cristianos defienden sus posturas mencionando que las enseñanzas de Jesús vinieron a modificar, las ideas antiguas respecto de la mujer como las anteriormente citadas, sin embargo, también en el Nuevo Testamento podemos encontrar gran cantidad de referencias al respecto:
“Como en todas las congregaciones de los santos, las mujeres guarden silencio en las congregaciones, porque no se permite que hablen, sino que estén en sujeción, tal como dice la Ley. Pues, si quieren aprender algo, interroguen a sus propios esposos en casa, porque es vergonzoso que una mujer hable en la congregación.” (1 Corintios 14:33-35)

Adán no fue engañado, sino que la mujer fue cabalmente engañada y llegó a estar en transgresión.” (1 Timoteo 2:14)

“La cabeza de todo varón es el Cristo; a su vez, la cabeza de la mujer es el varón; a su vez, la cabeza del Cristo es Dios” (1 Corintios 11:3)

Aunque el pensamiento en realidad evolucionó, no fue lo suficiente para dar la misma igualdad de derechos a ambos géneros, y ello puede ser notado en casi todas las hermandades cristianas existentes alrededor del mundo. Así, por ejemplo, los cargos importantes de los Testigos de Jehová son ocupados única y exclusivamente por hombres, de hecho, son estos los únicos que tienen permitido dar discursos frente a su congregación, las mujeres pentecostales no deben portar ningún tipo de joyería, excepto reloj,  ni maquillajes; y claro, no existen mujeres obispos o papisas en la iglesia católica, de hecho, es indebido que una mujer oficie una misa o porte en sus manos el símbolo principal de dicha religión: el santísimo.

Para casi todo cristiano  tradicionalista, es justo el versículo de la Biblia citado anteriormente (1 Corintios 11:3) el que da la pauta para la defensa de su postura “no racial” según ellos: Salvo Dios, todos se someten a una autoridad superior, incluso Jesús, por tanto, el hecho de que la Biblia encargue al hombre la dirección de la congregación y la familia no rebaja a la mujer, pues ambas instituciones requieren que él y ella cumplan sus respectivas funciones con amor y consideración, según dicen.

Sin embargo, tal como hemos visto, los libros bíblicos del Nuevo Testamento, no son los Evangelios que narran las verdaderas enseñanzas de Jesús, sino libros escritos por el posteriormente llamado apóstol suyo: Pablo, quien, dicho sea de paso, nunca convivió en forma directa con Jesús, sino más bien, era uno de sus principales perseguidores.

Tanto los textos canónicos como los apócrifos que narran las historias de Jesús en vida, hacen mención en varias ocasiones del respeto, admiración y afecto que él sentía para con las mujeres, llegando a suponer incluso, que su discípulo consentido era una mujer, la llamada María Magdalena en la Iglesia Católica, a la cual pedía se le tuviera trato especial por parte de los demás discípulos. La misma madre de Jesús, María, juega un papel relevante en la descripción de la historia de este, y aunque existe confusión en la interpretación de las últimas horas de su vida, casi todas las traducciones de la Biblia coinciden en que, antes de morir, encomienda su madre a Juan, pero también lo hace de forma contraria, lo que muestra nuevamente la igualdad de condiciones de género que Jesús profesó a lo largo de toda su peregrinación: “Entonces Jesús, al ver a su madre y al discípulo a quien él amaba, de pie allí cerca, dijo a su madre: Entonces dijo al discípulo: ¡Ahí está tu madre!.

Sin la intención de poner en tela de duda la existencia de uno o varios Dioses, me atrevo a decir que quizá no sea la invención de las Escrituras Sagradas las culpables de la discriminación femenina en sí (aunque es claro que en parte, para ello fueron hechas, y para la dominación del pueblo en general), sino la dependencia que el humano muestra respecto de ellas, y referente a la necesidad de mantenernos controlados o dominados en todo momento, aunque sea por una entidad creada por uno mismo.

En conclusión, tanto en el cristianismo, como en casi todas las otras religiones, la sumisión, y por tanto discriminación de la mujer, es una dominación aceptada, tal como Bourdieu menciona en su post-scriptum sobre la dominación y el amor, llevándome a deducir que:  La discriminación de la mujer en la religión es muestra del amor y la obediencia incondicional de ésta hacia su Dios, y pretexto perfecto del hombre para mantenerla dominada.”

Por: Enrique Viveros Grimaldo


 

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