domingo, 10 de marzo de 2024

SACERDOTES HOMOSEXUALES FUERON SILENCIADOS EN BRASIL

 

A media noche, en un seminario católico en Sao Paulo, un aspirante al sacerdocio se martirizaba:
"¡En nombre de Jesús, demonio de la homosexualidad, sal de mí!".

Acostado en su cama en la habitación que compartía con dos religiosos, Rafael*, quien tenía entonces 20 años, enterró las uñas en las palmas de sus manos hasta sentir dolor y rezó una y otra vez.

 Insomne, caminó hacia el baño y, furioso y llorando, agredió su órgano sexual y lo envolvió en cubitos de hielo.

En otras ocasiones se había acostado en el suelo frío o quedado bajo una ducha fría hasta el amanecer, rezando y suplicando. "Espíritu enemigo, manifestación del mal. ¡Sal de mí!"

Esas oraciones y los tormentos eran parte de un ritual nocturno que el seminarista llamó "exorcismo de la homosexualidad".

En esas noches, Rafael rogaba dejar de ser una persona "desordenada", como en los documentos de la Iglesia católica definen a los hombres y mujeres homosexuales.

"Señor, cúrame de todas las tendencias homosexuales", suplicaba el estudiante, que había llegado a la capital del estado de Sao Paulo dos años antes.

Desde las primeras lecciones que recibió cuando ingresó en un seminario diocesano en 1994, Rafael sintió el peso de una contradicción insuperable en las reglas de la Iglesia: durante años, sus líderes habían dicho que la homosexualidad es "contraria a la ley natural" y que los hombres con "tendencias homosexuales fuertemente arraigadas" no pueden ser sacerdotes.

Para Rafael, el tormento aumentó después de los retiros anuales de su seminario, en el interior de Sao Paulo.

 Frente su audiencia de seminaristas, los sacerdotes reforzaron la idea de que la homosexualidad era una "enfermedad", un "fruto de la acción del mal".

La idea de tener que "curarse" persiguió a Rafael durante mucho tiempo.

Nueve años después de las noches de exorcismo en el seminario, ya ordenado sacerdote, escribió en una especie de carta dirigida a Dios.

"Estoy cansado de pretender ser quien no soy. Quiero descansar", recuerda Rafael, hoy sacerdote en las afueras de Sao Paulo.

"Por favor, Dios, llévame. Prefiero la muerte".

Las historias de los sacerdotes homosexuales se viven en secreto, se discuten solo entre ellos, se tratan en guetos dentro de las congregaciones, bajo el temor de la persecución y la caza de brujas.

O, simplemente, en soledad.

No hay estadísticas oficiales sobre el número de sacerdotes católicos homosexuales en Brasil.

De los 27.000 sacerdotes en el país, no hay uno solo que actualmente ejerza el sacerdocio y haya revelado públicamente su homosexualidad. En Estados Unidos, poco más de 10 han hablado públicamente sobre su orientación sexual.

Sin embargo, docenas de sacerdotes e investigadores brasileños sobre el tema estiman que el número de homosexuales entre los religiosos del país es significativo.

Curas, educadores del sacerdocio y académicos que hicieron comentarios para este reportaje estiman que, de los hombres en el clero, al menos un 30% son homosexuales.

Un sacerdote gay del estado de Ceará le dijo a BBC News Brasil que, en su orden religiosa del noreste del país, "al menos un 80%" de sus colegas tienen esa orientación.

Un seminarista dijo al informe que, en su clase de 40 estudiantes en el interior de Sao Paulo, 30 eran homosexuales.

Y un investigador que estudia en un monasterio católico en el noreste del país dice que el "90% del clero es gay".

Seis sacerdotes y seminaristas homosexuales de cinco estados brasileños acordaron compartir sus historias, a lo largo de un mes, para este reportaje de BBC News Brasil.

Todos pidieron mantener el anonimato, por temor a las represalias.

Aun si practican el celibato, según lo dictaminado por la doctrina católica, si sus superiores consideran que tienen una orientación sexual inadecuada, pueden ser expulsados​​de la Iglesia.

Un sacerdote de Bahía dijo, antes de aceptar a conceder la entrevista: "Mi vida depende de este anonimato".

Y es que, podría perder no solo su trabajo, sino también su hogar, el seguro de salud, la jubilación y a los amigos.

Tendría que abandonar la parroquia que dirige hoy, en el interior de Bahía, con "una bolsa de ropa vieja", unos pocos cientos de reales en su cuenta bancaria y sin tener idea de qué hacer después.

En los últimos años, el debate sobre cómo debería lidiar la Iglesia con la homosexualidad entre sus filas ha aumentado.

En 2013, al responder una pregunta sobre la influencia de los sacerdotes gay en el Vaticano, el papa Francisco dijo su famosa frase, "¿Quién soy yo para juzgar?", algo que llenó de esperanza a los católicos LGBT.

Al año siguiente, en el Sínodo sobre la Familia, el Papa hizo una referencia directa a los "dones y cualidades" de los homosexuales y preguntó si la Iglesia los "podría acoger".

 El aparte no logró el número necesario de votos de los obispos para aparecer en el documento final de la reunión, pero fue recibido como una nueva forma de abordar el tema.

 La reacción en los sectores católicos tradicionales fue fuerte.

Hay quien señala que el intento de una mayor apertura habría influido en una campaña contra el Papa que se vio agravada por la acusación de que Francisco encubrió o toleró el abuso sexual de menores por el excardenal estadounidense Theodore E. McCarrick (luego expulsado de la Iglesia por el Papa).

En una carta abierta, un exembajador del Vaticano en Washington, Carlo Maria Viganò, incluso solicitó la renuncia del sumo pontífice y denunció la presencia de una "mafia rosa" en la Santa Sede.

Según Viganò, este grupo abogaría por dar más poder al clero homosexual y encubriría casos de pedofilia.

Las docenas de estudios llevados a cabo en varios países nunca han encontrado una relación entre ser gay y abusar sexualmente de niños.

Aún así, los obispos y los cardenales de esos mismos sectores tradicionalistas insisten en señalar a los sacerdotes homosexuales como la causa del problema dentro de la Iglesia.

En manifestaciones posteriores sobre el clero gay, el propio Papa pareció volverse más crítico.

Dijo, en mayo de 2018, que la homosexualidad está "de moda" y que "es mejor que abandonen el sacerdocio que continuar viviendo una doble vida".

Finalmente, en una nueva apertura, en septiembre, Francisco recibió al sacerdote jesuita James Martin, un defensor de la causa gay entre los sacerdotes.

La reunión fue vista como una nueva señal de apoyo del pontífice para dar la bienvenida a los homosexuales.

En Brasil, la posición de la Iglesia católica es idéntica a la tradición del Vaticano.

En respuesta a las preguntas de BBC News Brasil sobre quién puede convertirse en sacerdote, el arzobispo primado de Brasil, Dom Murilo Krieger, citó la última instrucción publicada por la iglesia en 2005, la que dice que uno no puede "admitir en seminarios y órdenes sagradas a los que practican la homosexualidad ", presentan "tendencias homosexuales profundamente arraigadas" o "apoyan la llamada 'cultura gay'".

El texto que cita el primado de la Arquidiócesis de Brasil se hizo válido en los primeros meses del papado de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, y es el más restrictivo en relación a los homosexuales.

La instrucción repite las normas que ya aparecieron en el Catecismo de la Iglesia (conjunto de reglas de la doctrina católica para todos los países), escrito por el propio Ratzinger, entonces cardenal, en 1986.

Por aquel entonces era el líder de la Congregación para la Doctrina de la Fe, una entidad del Vaticano responsable de defender la tradición e ideas teológicas de la Iglesia.

El texto sigue hoy en vigor y define a las personas homosexuales como "objetivamente desordenadas".

En este contexto, en las iglesias nacionales hay sacerdotes homosexuales que guardan silencio sobre los impactos de las disputas entre los sectores tradicionales y progresistas de la Iglesia, y los grupos de fieles fuera de ella.

Como dijo un sacerdote gay del interior de Bahía, querer avanzar en la discusión sobre acoger al clero gay en la Iglesia, en este momento de división, es "pedir ser apedreado".

"Hay una sensación de que, con Francisco, es ahora o nunca. Pero, así como en la doctrina, nada cambia. Y aunque que haya más miembros del clero que quieran hablar, la angustia solo aumenta porque no se sienten seguros para hacerlo".

A su vez, la Confederación Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) declaró que en sus asambleas internas no se ha debatido sobre la cuestión de los sacerdotes homosexuales en los últimos años ni se está haciendo en la actualidad.

Así, muchos de estos sacerdotes se encuentran en una encrucijada, entre las aperturas iniciales de Francisco, la postura distante de la Iglesia católica en Brasil y la franca agresividad de los sectores ultratradicionales.

Y ante ello, llevan sus vidas en silencio, en la cotidianidad de las parroquias del interior del país y también en las grandes ciudades brasileñas, sin revelar quiénes son realmente.

FUENTE: https://www.bbc.com/mundo/noticias-51835126 

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