Los dirigentes cristianos proclaman que la Biblia es
la "palabra de Dios", de manera que esta "palabra" es la
que debe ser-virles de guía a la hora de establecer sus valores morales y
reli-giosos, y los que de algún modo se relacionen con éstos.
En este sentido, por ejemplo, cuando se está hablando
de lo denigrante que es para la mujer el uso del "burka", que oculta
por completo su cuerpo y su rostro, lo cual es un modo simbólico de expresar la
anulación de su personalidad, procuran silenciar que algo parecido a esto es lo
que predicaba Pablo de Tarso en sus epístolas, incluidas en la Biblia, y
debiendo, por ello, ser aceptadas como inspiradas por el "Espíritu
Santo" al igual que los demás contenidos afirman-do que la mujer debía
llevar sobre su cabeza una señal de sumi-sión al varón.
La visión denigrante de la mujer en la Biblia tiene las siguientes
características:
1) En primer lugar, uno de los prejuicios míticos que
más negativamente parecen haber influido en el tradicional menos-precio bíblico
hacia la mujer es el que aparece en Génesis y en otros pasajes dispersos de la
Biblia, según el cual
"Por
la mujer comenzó el pecado, por culpa de ella morimos todos"[1].
Si acaso, la humanidad podría haber heredado las
consecuencias de la culpa de Eva, a pesar de que en teoría, el poder de Yahvé
habría podido evitar esa herencia, pues nadie tiene por qué cargar con el
castigo ni con las consecuencias negativas de las acciones que otro haya
realizado.
Así que, para bien o para mal, el ser humano sería un
juguete en manos de ese dios, único responsable de todo, y nadie más sería
responsable de nada, ni el hombre ni la mujer, ni la serpiente.
Pero evidentemente quien escribió el Génesis vivía
inmerso en una cultura machista –como casi todas- y, por eso, a fin de explicar
los numerosos males que rodeaban la vida humana, se inventó el mito del
"pecado original", considerando a Eva como la culpable de todos los
males.
2) En segundo lugar, hay que hacer referencia al
protagonismo casi absoluto que se concede el varón frente a la mujer. Este
protagonismo se muestra cuando al hablar de Dios se dice que es
"Padre" y no "Madre", "Hijo" y no
"Hija", y "Espíritu Santo", teórico padre de Jesús y, por
lo tanto, varón y no mujer. Dios creó a Adán como rey de la creación, y a Eva,
formada a partir de una costilla de Adán, para que Adán tuviera una ayuda[2]La
mujer fue quien introdujo el pecado en el mundo y, por ello, entre otros
castigos, Dios la condenó a ser dominada por el varón[3]lo cual es una forma
"religiosa" de justificar las diversas formas del machismo
judeo-cristiano previamente existentes; los hijos de Adán y Eva, cuyos nombres
se mencionan en la Biblia sólo son los de Caín, Abel y Seth, de manera que no
se menciona para nada los de las hijas a las que debieron de unirse Caín y Seth
para tener descendencia.
Los personajes femeninos de la Biblia casi siempre
tienen un papel secundario, a pesar de la excepción de María, la madre de
Jesús, a la cual ni siquiera en los evangelios se le dio ninguna relevancia
sino todo lo contrario, hasta el punto de que en determinado momento en que
María y sus otros hijos habían ido a esperar a Jesús y sus discí-pulos le
pasaron el aviso, éste contestó simplemente que su madre y sus hermanos eran
quienes cumplían la palabra de Dios. Por su parte, Pablo de Tarso, auténtico
fundador del cristianismo, no menciona a María ni una sola vez. Fue más
adelante cuando los dirigentes de la Iglesia Católica descubrieron que la
exaltación de María como madre de Dios podía ser muy rentable para su nego-cio,
como de hecho lo ha sido.
3) De acuerdo con aquella primera valoración negativa
de la mujer tal como aparece en el Génesis, pero de manera incompa-rablemente
más acentuada en Eclesiastés, ¡palabra de Dios!, se dice:
-"He hallado que la mujer es más amarga que la
muerte, porque ella es como una red, su corazón como un lazo y sus brazos como
cadenas. El que agrada a Dios se libra de ella, más el pecador cae en su
trampa"[4];
-"Por más que busqué no encontré; entre mil se
puede encontrar un hombre cabal, pero mujer cabal, ni una entre todas"[5].
Un planteamiento similar aparece en Eclesiástico, otro
libro de la Biblia en el que se ponen en paralelo la mujer y el pecado:
-"Toda maldad es poca junto a la de la mujer;
¡caiga sobre ella la suerte del pecador!"[6].
-"Por la mujer comenzó el pecado, por culpa de
ella morimos todos"[7]
-"Vale más maldad de hombre que bondad de
mujer"[8].
Y en Zacarías la mujer es presentada como la maldad
personifi-cada:
"El hombre que hablaba conmigo se adelantó y me
dijo:
-Levanta tu vista y mira lo que aparece ahora.
Pregunté:
-¿Qué es?
Me respondió:
-Una cuba, y representa la maldad de toda esta tierra.
Entonces se levantó la tapa redonda de plomo y vi una
mujer sentada dentro de la cuba. El ángel me dijo:
-Es la maldad"[9].
Este punto de vista, compartido por estos tres libros
de la Biblia, se encuentra en la misma línea que el del Génesis, donde, como se
ha indicado en otro momento, Eva, como representante de la mujer, es castigada
por Dios a quedar sometida al varón por haber sido la responsable principal de
la desobediencia a Dios. Sin embargo, en estos últimos libros, ¡inspirados por
el "Espíritu San-to"!, es donde la mujer es tratada de la forma más
denigrante ima-ginable, pues llegar a decir que "la mujer es más amarga
que la muerte" o que "vale más maldad de hombre que bondad de
mujer" o, en definitiva, que "la mujer […] es la maldad", y
defender de manera implícita pero inequívoca que estas doctrinas forman parte
de "la palabra de Dios".
En resumidas cuentas, quien defienda que la Biblia es
la palabra de Dios deberá defender igualmente que la mujer es la maldad,
mientras que quien niegue que la mujer sea la maldad estará negando al mismo
tiempo que la Biblia sea la palabra de Dios.
4) Por otra parte, el machismo bíblico se muestra
igualmente en el hecho de que todos los nombres de ángeles que aparecen en ella
son nombres de varón: Miguel, Rafael, Gabriel; el propio "Príncipe de las
Tinieblas" se muestra como varón: "Satanás", y también el de
algún otro demonio, como "Asmodeo". Casi todos los nombres relevantes
de la Biblia son de varón, como Adán, Caín, Abel, Seth, Noé, Sem, Cam, Jafet,
Abraham, Isaac, Esaú, Jacob, los hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá,
Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín (y sólo al final una
hija llamada Dina, a la que se menciona en muy pocas ocasiones); Moisés, Aarón,
Josué, Gedeón, Sansón, Elí, Samuel, Saúl, David, Salomón, Roboam Isaías,
Jeremías, Ezequiel, Tobías, Daniel, Job, Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Tomás,
Bartolomé, Felipe, Judas, Mateo, Matías, Marcos, Lucas, Pablo…, y apenas alguno
de mujer, que casi siempre juega un papel secundario o relevante por sus dotes
de seducción o de traición, como Judith respecto a Holofer-nes[10]Dalila
respecto a Sansón[11]o María Magdalena, poseída por siete demonios.
Con ocasión del mítico "diluvio universal",
ni siquiera se menciona el nombre de la mujer ni el de las nueras de Noé, que
fueron quienes se habrían salvado, junto con el propio Noé y sus hijos Sem, Cam
y Jafet, para que la humanidad volviese a multiplicarse, lo cual demuestra
evidentemente la escasísima importancia que se concede a la mujer, a pesar de
que sin ella la continuidad de la especie humana habría sido un milagro
especialmente digno de reseñar.
Resulta igualmente curioso y significativo –aunque más
anecdótico- que en el Antiguo Testamento la mujer quede ninguneada hasta el
punto de que, cuando se enumera la lista de los hijos de cualquier personaje,
casi todos los nombres sean de varón y apenas alguno de mujer, como si éstas no
hubieran nacido o como muestra de una consideración tan anecdótica de su
existencia que fuera irrelevante incluso mencionarla. Esto sucede por lo que se
refiere a la práctica totalidad de las largas líneas genealógicas que aparecen
en la Biblia, donde o bien no se nombra la existencia de las hijas de estos
personajes o bien sólo se dice que "también tuvieron hijas", pero sin
nombrarlas o incluso hablando de un número de hijas muy sospechosamente
inferior respecto al de hijos.
5) La actitud degradante respecto a la mujer se
muestra igualmente de un modo a la vez machista y humillante para la mujer cuando
en Génesis se habla de los varones como "hijos de Dios" y de las
mujeres como "hijas de los hombres", lo cual, por cierto, no es ni
mucho menos una simple e inocente cuestión de nombres. Se dice en efecto en
Génesis:
"Cuando los hombres empezaron a multiplicarse en
la tierra y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los
hombres eran hermosas y tomaron para sí como mujeres las que más les
gustaron"[12].
A la vez, se deja claro que la mujer tiene el valor de
una simple cosa, en cuanto se "toma" o se "compra" por
parte del varón, de manera que ésta no es libre para decidir sobre su propia
vida. Y así, cuando se dice en Génesis con la mayor naturalidad del mundo que
los hombres "tomaron para sí" las mujeres que más les gustaron, se está
afirmando que las raptaron o cogieron como si fueran simples objetos, sin tener
para nada en cuenta su opinión o su voluntad.
6) En esta misma línea de degradación de la mujer hay
que señalar el hecho de que la poligamia y la posesión de concubinas y de
esclavas aparece de un modo absolutamente natural en la sociedad israelita,
según se presenta en la Biblia, donde la mayoría de sus personajes relevantes
tuvieron varias esposas, concubinas y esclavas[13] De hecho en Deuteronomio no se maldice ni
critica a quien es polígamo sino a aquel hijo que se acueste con alguna de las
mujeres de su padre, lo cual representa una manera bien clara y explícita de
afirmar los derechos del padre sobre sus mujeres:
-"Nadie se acostará con una de las mujeres de su
padre"[14].
-"¡Maldito quien se acueste con una de las
mujeres de su padre, porque viola los derechos de su padre!"[15].
De nuevo nos encontramos aquí, por cierto, con una
contra-dicción bíblica, pues, si en aquellos tiempos la poligamia era una
institución familiar aceptada por el dios judeo-cristiano, en cuanto así lo
comunicó a quien reveló su palabra [?], es una contradicción respecto a dicha
inspiración divina que en la actualidad el catolicismo rechace la poligamia, mientras que, si se
acepta la relación monogámica como forma exclusiva de unión entre varón y
mujer, en tal caso se estará censurando al propio dios de Israel cuando
consideró que la poligamia era una relación perfectamente válida.
Son muchos los personajes relevantes mencionados en la
Biblia que tuvieron varias mujeres. Así, acerca de Roboam, hijo de Salomón,
dice la Biblia:
"Sus mujeres fueron dieciocho y sesenta las
concubinas"[16].
Acerca de Gedeón se dice igualmente:
"tuvo setenta hijos, porque fueron muchas sus
mujeres. También su concubina, que vivía en Siquem, le dio un hijo al que llamó
Abimélec"[17].
Pero de todos ellos quien destacó de manera
extraordinaria sobre los demás fue el rey Salomón, de quien se dice en la
Biblia que tuvo ¡setecientas esposas y trescientas concubinas!:
"El rey Salomón se enamoró de muchas mujeres
extranjeras, además de la hija de faraón; mujeres moabitas, amonitas, adomitas,
sidonias, e hititas, respecto a las cuales el Señor había ordenado a los
israelitas: "No os unáis con ellas en matrimonio, porque inclinarán
vuestro corazón hacia sus dioses". Sin embargo, Salomón se enamoró
locamente de ellas, y tuvo setecientas esposas con rango real, y trescientas
concubinas. Ellas lo pervirtieron y cuando se hizo viejo desviaron hacia otros
dioses su corazón, que ya no perteneció al Señor, como el de su padre David.
Dio culto a Astarté, diosa de los sidonios, y a Moloc, el ídolo de los amonitas
[…] Otro tanto hizo para los dioses de todas sus mujeres extranjeras, que quemaban
en ellos [= en los altares] perfumes y ofrecían sacrificios a sus
dioses"[18].
El autor del libro 1 Reyes no critica en ningún caso
que Salomón tuviera tantas mujeres y tantas concubinas. Lo que critica es que,
como sus mujeres eran extrajeras, es decir, no israelitas, podían ejercer sobre
él una influencia negativa que le alejase de su dios y le llevase a adorar a
los dioses de sus mujeres, que es lo que sucedió especialmente en los últimos
años de su vida, y, por eso, se dice que Salomón "no fue tan fiel [a Dios]
como su padre David"[19], pues, "cuando se hizo viejo [estas esposas
y concubinas] desviaron hacia otros dioses su corazón, que ya no perteneció al
Señor"[20].
Lo que es evidente es que este alejamiento respecto a
Yahvé para adorar a otros dioses le habría costado la vida en el caso de que no
hubiera sido rey sino sólo un hombre cualquiera, pues la adoración a otros dioses
era un delito que se pagaba con la vida, tal como consta en diversos pasajes
bíblicos, como en Deuteronomio, donde se dice:
"Si oyes decir que en alguna de las ciudades que
el Señor tu Dios te da para que habites en ellas surgen hombres perversos, que
intentan seducir a sus conciudadanos para que den culto a otros dioses
desconocidos para vosotros, examinarás el caso, preguntarás y te informarás
bien. Si se confirma el rumor y se prueba que tal abominación se ha cometido en
medio de ti, pasarás a espada a los habitantes de toda aquella ciudad, y la
consagrarás al exterminio con todo lo que haya en ella, incluido su ganado, que
también pasarás a espada"[21].
Parece claro que el autor de 1 Reyes, de manera
hipócrita o por puro interés, no quiso o, mejor, no se atrevió a criticar duramente
al rey Salomón y se conformó con decir que "no fue tan fiel a Dios como su
padre David", a pesar de que, de acuerdo con la norma de Deuteronomio, los
sacerdotes debían haberlo denunciado y haber exigido su condena a muerte
aplicando la supuesta ley de Yahvé. Pero, como en aquellos momentos Salomón era
quien detentaba el poder, los sacerdotes, con la astucia que les ha caracterizado
en todo momento, no atreviéndose a enfrentarse con él quitaron importancia al
hecho de que hubiese adorado, poco más o menos, a setecientos dioses,
mereciendo por ello las mismas penas de muerte, de acuerdo con la ley
correspondiente.
Por su parte, Abías "tuvo catorce mujeres,
veintidós hijos y dieciséis hijas"[22]. ¡Y fue el mismo sacerdote Yoyadá
quien proporcionó dos esposas a Joás igual que si le hubiera regalado dos
borregos!:
"Joás agradó con su conducta al Señor mientras
vivió el sacerdote Yoyadá, quien le proporcionó dos esposas de las que Joás
tuvo hijos e hijas"[23].
Esta última referencia tiene el interés de poner
nuevamente de manifiesto que la poligamia no fue vista de manera negativa por
sí misma, ya que en este caso fue un sacerdote quien proporcionó dos esposas a
Joás y, al parecer, lo hizo para premiarle por su conducta hacia Yahvé.
El inconveniente surge, como ya se ha dicho, cuando
esas mujeres son extranjeras, como en el caso de las mujeres de Salomón, porque
pueden introducir sus dioses y pervertir al israelita alejándolo de su dios, lo
cual equivale a decir que a los sacerdotes lo que les preocupa especialmente es
la competencia que las otras religiones y los otros dioses pueden suponer para
su propio negocio.
En definitiva, a lo largo de sus diversos libros lo
que predomina en la Biblia de forma clara y constante es esta valoración de la
mujer como un simple objeto para comprar, vender, usar y tirar.
7) La mujer y el noveno y último mandamiento.- De
hecho y en relación con lo anterior tiene especial interés aclarar que, a pesar
de que el clero católico siga hablando del "decálogo" o de los diez
mandamientos de Moisés, cualquiera que sepa leer puede comprobar que en la
Biblia sólo aparecen ¡nueve mandamientos!, siendo el noveno y último:
"No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su
mujer, ni su siervo, ni su buey, ni su asno, ni nada de lo que le
pertenezca"[24],
De manera que el mandamiento que actualmente se
enumera como el noveno y penúltimo, "no desearás la mujer de tu
prójimo", en la Biblia aparece sólo como una parte del noveno y último,
que los dirigentes cristianos dividieron en dos a fin de enmascarar el hecho
evidente de que a la mujer se la trata en la Biblia y en ese mismo pasaje
relacionado con las tablas de Moisés, como una pertenencia o cosa o como un
animal –un buey, un asno-. Y precisamente por este mismo motivo el noveno y
último mandamiento no hace referencia a la mujer en exclusiva sino refiriéndose
a ella como un objeto más del prójimo –igual que su casa o su buey-, que ha
sido comprada a su padre, sin contar para nada con su consentimiento, y que
podría ser codiciada por otro hombre. Y, por el contrario, no se habla en
ningún caso del hombre como de un objeto que pueda ser codiciado ni comprado
por la mujer, pues el varón no es un objeto que pueda ser codiciado ni la mujer
podría tener ningún derecho a servirse de un varón.
Recordemos a este respecto que mientras los varones
son hijos de Dios, las mujeres son hijas de los hombres y, al parecer, tal
estatus confiere a los varones el derecho de poder ser dueños de mujeres,
mientras que las mujeres deben someterse a los varones como esposas, como
concubinas o como esclavas, al igual que pueden ser repudiadas por sus maridos
por la simple razón de que hayan dejado de gustarles.
8) De acuerdo con esta cosificación de la mujer, ésta
no es dueña de su propia vida sino que es objeto de compra y de venta:
Jacob compró a Raquel a su tío Labán a cambio de
trabajar siete años para él[25]aunque éste le engañó y "por la noche […]
tomó a su hija Lía y se la trajo a Jacob, y Jacob se unió a ella"[26].
Pero, como a Jacob le gustaba Raquel, se la volvió a
pedir a su tío y éste le dijo:
"-…Termina la semana de bodas con ésta, y te daré
también a la otra a cambio de otros siete años de servicio.
Así lo hizo Jacob; terminó la semana con la primera, y
después Labán le dio por mujer también a su hija Raquel […] Jacob se unió
también a Raquel y la amó más que a Lía; y estuvo al servicio de su tío otros
siete años"[27].
Tiene interés observar cómo en este pasaje se muestra:
a) la propia cosificación de la mujer, cuya voluntad
no cuenta en absoluto a la hora de que su padre tome la decisión de venderla a
Jacob al margen de cuáles sean los sentimientos de ella;
b) la ausencia
de contrato matrimonial, pues, como la mujer es una simple posesión de su
padre, el contrato no se hace con ella sino entre su padre y su futuro
propietario, que es quien la compra a cambio de dinero o de otro bien, como, en
este caso, el tiempo de trabajo –siete años- que Jacob acuerda con su tío.
9) Un complemento de esta infravaloración de la mujer
fue el de la ley sobre el repudio o "divorcio" por el que el marido
podía rechazar a su mujer siempre que encontrase un defecto en ella o que
simplemente dejase de agradarle, mientras que la mujer en ningún caso podía
repudiar al marido. Se dice en este sentido en Deuteronomio:
"Si un hombre se casa con una mujer, pero luego
encuentra en ella algo indecente y deja de agradarle, le entregará por escrito
un acta de divorcio y la echará de casa. Si después de salir de su casa ella se
casa con otro, y también el segundo marido deja de amarla, le entrega por
escrito el acta de divorcio y la echa de casa…"[28].
10) La mujer puede ser tomada o raptada con absoluta
normalidad sin que su voluntad cuente para nada.
En efecto, como ya se ha dicho, en muchas ocasiones ni
siquiera hay contrato matrimonial entre varón y mujer, sino sólo un contrato de
compra, o un simple rapto, como sucede cuando los ancianos de la comunidad
proponen que los benjaminitas rapten mujeres, pues no tenían y la tribu de
Benjamín estaba a punto de desaparecer: En un primer momento la comunidad
israelita envía tropas contra Yabés Galaad, cuyos habitantes también eran
judíos, pero no habían subido a la asamblea del Señor. Y, como los israelitas
habían "jurado solemnemente que quien no subiese a Mispá ante el Señor
sería castigado con la muerte"[29], pasaron a cuchillo a todos sus
habitantes menos a las muchachas vírgenes y se las dieron a los Benjaminitas[30].
A continuación los mismos Benjaminitas, aconsejados por el resto de Israel,
raptaron más mujeres en Silón para quienes no tenían todavía:
"Entonces la asamblea [de Israel] envió doce mil
hombres de los más valientes, con esta orden:
-Id y pasad a cuchillo a todos los habitantes de Yabés
Galaad, incluidas mujeres y niños. Consagraréis al exterminio a todos los
varones y a todas las mujeres casadas, pero dejaréis con vida a las vírgenes.
Así lo hicieron. Entre los habitantes de Galaad
encontraron cuatrocientas vírgenes que no habían tenido relaciones con ningún
hombre y las trajeron al campamento de Siló, en la tierra de Canaán. Luego, la
asamblea envió mensajeros a los Benjaminitas […] para ofrecerles la paz. Los
benjaminitas volvieron, y ellos les dieron las mujeres supervivientes de Yabés
Galaad, pero no había bastantes para todos.
[…] Los ancianos de la comunidad se preguntaban:
-Las mujeres de la tribu de Benjamín han sido
exterminadas. ¿Qué haremos para procurar mujeres a los que aún no las tienen?
[…]
Entonces decidieron esto:
-Está cerca la fiesta del Señor que se celebra todos
los años en Siló […].
Y dieron este recado a los de Benjamín:
-Id y escondeos entre las viñas. Os quedáis
observando, y cuando veáis que las jóvenes de Siló salen a bailar, salís de las
viñas, os lleváis cada uno una muchacha de Siló y os volvéis a vuestra tierra
[…].
Los de Benjamín lo hicieron así y tomaron de entre las
que bailaban aquellas que necesitaban; después volvieron cada uno a su heredad,
reconstruyeron las ciudades y se establecieron en ellas"[31].
11) Es preferible la violación de las propias hijas
antes que la ofensa a un invitado:
Otro ejemplo más de este desprecio tan absoluto a la
mujer en la Biblia es el hecho de que, ante la opción de consentir o no la
ofensa a un invitado, se opte por ofrecer a las propias hijas para ser
violadas. Así sucede en Génesis, 19:6-8, donde Lot, para proteger a unos
extranjeros que tenía alojados en su casa, dice a quienes querían violarlos:
"-Hermanos míos, os suplico que no cometáis tal
maldad. Tengo dos hijas que no se han acostado con ningún hombre; os las voy a
sacar fuera y haced con ellas lo que queráis, pero no hagáis nada a estos
hombres que se han cobijado bajo mi techo"[32].
Algo muy similar se narra en Jueces, donde, al igual
que en el caso anterior, la violación de mujeres no tiene la menor importancia
en relación con la ofensa a un invitado. En este sentido se dice en defensa de
un invitado:
"-No, hermanos míos, no hagáis, semejante crimen,
por favor. Es mi huésped y os pido que no hagáis tal infamia. Aquí está mi
hija, que es virgen; os la sacaré para que abuséis de ella y hagáis con ella lo
que os plazca; pero no cometáis con este hombre semejante infamia"[33].
12) En las referencias genealógicas sólo cuenta la
línea paterna y para nada la materna, hasta el punto de que, como ya se ha
dicho en otro momento, para demostrar la filiación divina de Jesús el evangelio
atribuido a Lucas se remonta por la línea genealógica de José hasta llegar a
Adán, incurriendo en la contradicción de afirmar la paternidad de José respecto
a Jesús cuando le interesa demostrar que Jesús era Hijo de Dios, pero negando
tal paternidad cuando le interesa afirmar que María era "virgen" y
que concibió por obra del "Espíritu Santo" y no por sus relaciones
sexuales con José. Tal contradicción bíblica hubiera podido ser evitada si los
evangelistas correspondientes hubiesen dicho que María quedó embarazada por
obra del Espíritu Santo y porque, además, María era hija de Dios, tomando como
base para este último argumento la línea genealógica materna de Jesús, que se
habría remontado hasta Adán igual que la de José, pero con la ventaja de que,
si José era un padre dudoso para quienes escribieron estos pasajes, María sí
era madre indudable de Jesús.
Esta baja consideración de la mujer, referida a María
en este caso, se muestra además en cuanto se considera a Jesús como
"hombre" por ser hijo de María y sólo como "Hijo de Dios",
según el evangelio atribuido a Lucas, que afirma tal doctrina, a partir de la
enumeración de la genealogía paterna de Jesús, por ser hijo de José, cuya
ascendencia se remontaría hasta Adán, el cual es considerado "hijo de
Dios" por haber sido creado por él[34]-a pesar de haber escrito antes que
el auténtico padre de Jesús no fue José sino el "Espíritu Santo"[35].
13) El papel secundario de la mujer en el Antiguo Testamento
se muestra igualmente desde la perspectiva de su tasación económica, tal como
aparece en Levítico, donde en relación con los sacrificios religiosos se valora
al hombre –entre veinte y sesenta años- en quinientos gramos de plata, mientras
que a la mujer se la valora en trescientos:
"El Señor dijo a Moisés:
-Di a los israelitas: Cuando alguien haga al Señor una
promesa ofreciendo una persona, la estimación de su valor será la siguiente: el
hombre entre veinte y sesenta años, quinientos gramos de plata […]; la mujer,
trescientos; el joven entre cinco y veinte años, si es muchacho, doscientos
gramos, y si es muchacha, cien; entre un mes y cinco años, si es niño,
cincuenta gramos, y treinta gramos de plata si es niña; de sesenta años para
arriba, el hombre, ciento cincuenta gramos y la mujer cincuenta"[36].
O sea, que eso de que ante el dios judeo-cristiano
todos seamos iguales evidentemente sería una apreciación incorrecta, por lo
menos por lo que se refiere a este dios, para quien, tratándose de hombre y
mujer de edades similares, la mujer siempre vale menos que el varón, según
estos escritos, supuestamente inspirados por el "Espíritu Santo", al
margen de lo denigrante que resulta una tasación económica de seres humanos.
14) La continuación de este punto de vista tan
degradante respecto a la mujer aparece nuevamente y de manera muy acusada en
Pablo de Tarso, al afirmar:
"la cabeza de la mujer es el varón"[37], lo
cual implica evidentemente la doctrina de que, en sí misma considerada, la
mujer es un cuerpo sin cabeza. Y, justificando el uso del velo que oculta la
cabeza de la mujer, afirma igualmente: "toda mujer que ora o habla en
nombre de Dios con la cabeza descubierta, deshonra al marido, que es su
cabeza"[38].
Defiende a continuación las ideas de la subordinación
y sujeción de la mujer respecto al varón y del uso del velo como símbolo de tal
sujeción afirmando:
"el varón no debe cubrirse la cabeza, porque es
imagen y reflejo de la gloria de Dios. Pero la mujer es gloria del varón, pues
no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón, ni fue creado el
varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por eso […]
debe llevar la mujer sobre su cabeza una señal de sujeción"[39].
Esta misma idea tan discriminativa respecto a la mujer
vuelve a aparecer no sólo en relación con el uso del velo sino también con la
norma por la cual la mujer debe someterse al marido, hasta el punto de que se
le prohíbe incluso que hable en público, de manera que, si desea saber algo,
debe preguntarlo al marido, pero no durante la asamblea:
-"La mujer aprenda en silencio con plena
sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que ha de
estar en silencio. Pues primero fue formado Adán, y después Eva. Y no fue Adán
el que se dejó engañar, sino la mujer que, seducida, incurrió en la
transgresión"[40].
-"…que las mujeres guarden silencio en las
reuniones; no les está, pues, permitido hablar, sino que deben mostrarse recatadas,
como manda la ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus
maridos, pues no es decoroso que la mujer hable en la asamblea"[41].
Pablo de Tarso, que era especialmente astuto,
comprendió que para que el cristianismo pudiera salir adelante y triunfar como
religión, tanto entre los israelitas como en el Imperio Romano, debía procurar
mantener una línea de pensamiento afín a la cultura en medio de la cual
competía para ocupar un espacio, y, dado que el machismo era un aspecto
dominante en la cultura de aquellos tiempos –al margen de que el propio Pablo de
Tarso fuera igualmente machista o no- parece que muy posiblemente defendió esta
absoluta subordinación de la mujer al varón por esos motivos tácticos
mencionados.
Ahora bien, en cuanto las cartas de Pablo de Tarso
forman parte de la Biblia cristiana, en esa medida quien crea que la Biblia
representa la palabra del dios cristiano deberá considerar igualmente que la
mujer debe estar sometida al marido, mientras que quien considere que la mujer
tiene iguales derechos que el marido, si quiere ser coherente, no podrá aceptar
que la Biblia represente la palabra de
dicho dios.
La jerarquía católica intentó posteriormente suavizar
esta doctrina acerca de la mujer enalteciendo la figura de María.
Autor:
Antonio
García Ninet
[1]
Eclesiástico, 25:24. La cursiva es mía.
[2]
Génesis, 2:20-22.
[3]
Génesis, 3:16.
[4]
Eclesiastés, 7:26.
[5]
Eclesiastés, 7:28.
[6]
Eclesiástico, 25:19.
[7]
Eclesiástico, 25:24
[8]
Eclesiástico, 42:14
[9]
Zacarías, 5:5-8. La cursiva es mía.
[10]
Judith, 12:1-13:16.
[11]
Jueces, 16:4-22.
[12]
Génesis, 6:1.
[13] 1
Reyes, 11:3.
[14]
Deuteronomio, 23:1.
[15]
Deuteronomio, 27:20.
[16] 2
Crónicas, 11: 21.
[17]
Jueces, 8:30-31.
[18] 1
Reyes, 11:1-10.
[19] 1
Reyes, 11:6.
[20] 1
Reyes, 11:5.
[21]
Deuteronomio, 13:13-16.
[22] 2
Crónicas, 13:20-2
1.
[23] 2
Crónicas, 24:2.
[24]
Éxodo, 20:17. Reproduzco la lista de mandamientos tal como aparece en Éxodo a fin
de que quien quiera comprobar cómo, en efecto, se trata de nueve mandamientos y
no de diez. Se trata de los siguientes: [1] “No tendrás otros dioses fuera de
mí. No te harás escultura, ni imagen alguna de nada de lo que hay arriba en el
cielo, o aquí abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra [...] [2] No
tomarás en vano el nombre del Senor [...] [3] Acuérdate del sábado para
santificarlo [...] [4] Honra a tu padre y a tu madre para que vivas muchos años
en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar. [5] No matarás. [6] No cometerás
adulterio. [7] No robarás. [8] No darás falso testimonio contra tu prójimo. [9]
No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su buey, ni
su asno, ni nada de lo que le pertenezca. Ese mismo número de mandamientos es
el que aparece en Deuteronomio, 5:7-21, donde la exposición literal del noveno
y último dice: “No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu
prójimo, su campo, su esclavo o su esclava, su buey o su asno, ni nada de lo
que le pertenece”.
[25]
Génesis, 29:18-19.
[26]
Génesis, 29:23.
[27]
Génesis, 29:27-30.
[28]
Deuteronomio, 24:1-3.
[29]
Jueces, 21:5.
[30]
Jueces, 21:10-23.
[31]
Jueces, 21:10-23
[32]
Génesis, 19:7-8.
[33]
Jueces, 19:23.
[34]
Lucas, 3:23-38. Aunque se trate de un asunto anecdótico, resulta difícil de
entender que la lista de ascendientes de José según Lucas no coincida en
aboluto con la lista correspondiente del evangelio de Mateo, pues en el caso de
que una de ellas hubiera sido correcta la otra hubiera sido necesariamente
incorrecta. De nuevo parece que el “Espíritu Santo” andaba algo despistado o
desmemoriado cuando, según dicen los dirigentes de la secta, inspiró a los
evangelistas.
[35]
Lucas, 1:35.
[36]
Levítico, 27:1-7.
[37]
Pablo, Corintios, 4:3.
[38]
Pablo, Corintios, 4:5.
[39]
Pablo, Corintios, 4:7-10. La cursiva es mía.
[40]
Pablo: Timoteo, 2:11-14.
[41]
Pablo, I Corintios, 14:34-35.
[42]
Génesis, 31:33-35.
[43]
Judith, 10:4.
[44]
Judith, 13:6-8
[45]
Jueces, 5:24-26.
[46]
Jueces, 16:19.
[47] J. M.
Escrivá: Camino, aforismo 946.
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